martes, 24 de julio de 2007

El Túnel, de Ernesto Sábato

Cuando leí El Túnel por primera vez sólo pude hacer una cosa, volver a empezar aquel curioso y cortísimo libro que tan perpleja me había dejado. Y bueno, pues luego vino todo lo demás: mi obsesión declarada por un escritor que nunca quiso ser escritor, etc...

Tengo delante de mí el ejemplar editado por Cátedra, el de las tapas negras que muchos reconoceréis, y lo abro para releer algunas frases magníficas que quiero compartir con vosotras/os: -Esto es caviar, aviso-:

"Muchas de las conclusiones que extraje en aquel lúcido pero fantasmagórico examen eran hipotéticas, no las podía demostrar, aunque tenía la certeza de no equivocarme. Pero advertí, de pronto, que había desperdiciado, hasta ese momento, una importante posibilidad de investigación: la opinión de otras personas"

"¡Como si un hombre pudiera cambiar de Verdad!"

"Yo me pregunto por qué la realidada ha de ser simple"

Los pensamientos de Juan Pablo Castel -El Túnel es una especie de diario de confesiones de este atormentado creador- son de lo más interesantes. Y concluyo, de nuevo, con una de sus reflexiones. Ésta se la hace cuando está decidido, por fin, a conquistar a la mujer de su vida:

"Había que caer, pues, en la posibilidad más temida: al encuentro en la calle. ¿Cómo demonios hacen ciertos hombres para detener a una mujer, para entablar conversación y hasta para iniciar una aventura?"

jueves, 19 de julio de 2007

Sin tiempo para equivocarnos

Las vacaciones... quién las pillara! pues yo estoy inmersa en ellas y, palabrita, que tampoco son para tanto. Aunque tienen sus momentos. Momentos como el de esta tarde, por ejemplo.
Al finalizar la estupendísima Babel (película que recomiendo encarecidamente veáis) me he puesto a hacer zapping en los múltiples canales del gran invento ONO. Y me he parado, por casualidad y siempre por curiosidad, en el canal Intereconomía.

Y cuál es mi sorpresa que empezaba un programa de lo más agradable con una entrevista. La entrevistada: una reputada actriz muy conocida en el mundo del teatro. El entrevistador: el profesor de universidad casposo que se considera bien parecido, maduro y cómo no seductor. La cuestión es que a la actriz le reconozco un mérito flipante y una voz que quién pudiera haber nacido con esa voz. Todo iba como la seda hasta que de un tortazo he quitado la entrevista. Un tortazo que me ha dado ella, sin saberlo, y él, por asentir.

La Señora se ha puesto a disertar sobre periodismo: programas de televisiones, entrevistas y hasta ruedas de prensa. La cosa no tenía desperdicio hasta que va y dice: "A las ruedas de prensa sólo van becarios, sobre todo a las de Cultura, que no se documentan y no saben preguntar".

La tía -entrada en años y seguro pasada la cincuentena- ha seguido hablando, el presentador asentía como un traicionero y yo me he lanzado a mi blog.

Vaya por delante que un periodista becario no sabe preguntar. De la misma forma que un recién estrenado cirujano no tiene la menor idea de cómo rajar un corazón y poner uno nuevo y por eso pasa años mirando y, a lo sumo, pasando el bisturí a su jefe.
La actriz comentaba, muy dolida, que sale de las ruedas de prensa "desolada" y que en breve empezará a prohibirlas y no sé qué montón de sandeces más ha dicho porque, como os digo, la he quitado.

Vivimos en democracia y todo dios puede opinar sobre las profesiones de los otros, pero con un pequeño requisito: previo conocimiento del campo de trabajo, por favor.

Me duele sobremanera que un pobre becario recién salido de la facultad tenga que soportar los comentarios de gente que viene de otras profesiones y, lo peor, que les dobla la edad y se la multiplica por cinco. Ya hubiera querido yo ver a esta magnífica actriz, que hoy luce una voz de cine y peina canas teñidas de castaño, cómo se las arreglaba para hacer de Gilda a sus 19 primaveras. Seguramente, más que una actriz, pareciera una payasa. Y no pasa nada, porque la actriz becaria, como la periodista becaria, ha de pasar ese trámite para ser una profesional.

Pero mientras pasa el bache, mientras está en esas ruedas de prensa callada y temerosa de no preguntar para no fastidiarla, déjenla en paz señoras actrices. Todo en la vida es tiempo. También para equivocarnos.