domingo, 8 de junio de 2008

Me gusta Hillary

La esposa del bobo de Bill ya no será nunca aquello que siempre soñó ser: presidenta de los Estados Unidos. Se acabó la meteórica carrera de esta incansable madrugadora. Su tren, pasó. No habrá futuras campañas. Todo lo que le queda en la vida política es ser vicepresidenta, segundona de Obama, el caballero de raza negra, sonrisa perfecta y familia ideal que cada noche duerme junto a su morena esposa (que dicen que está a punto de saltar a la política y yo lo secundo) y muy cerca de sus dos bonitas niñas. A Hillary sólo le queda el reducto de ser 'vice'. Sin embargo, lo importante, la noticia, es que Hillary ha perdido. Lo ha reconocido y el ciclo de esta mujer se acaba con su hija Chelsea de pelo lacio dándole un abrazo.

Aunque a vista de la mayoría el favorito, el candidato idóneo, es el senador por Illinois; ese estudiante de Harvard y magnífico mulato que tiene más de predicador que de gobernante norteamericano; yo hubiese respaldado a Hillary. Y no por ser mujer. Sino por ser Hillary.

Hillary Clinton tiene todo lo negativo que encierra la personalidad del ser humano corriente. Todo lo mezquino. Todo aquello que de violento y terrible encontramos en el hombre lo expresa sin reparo la mirada de Hillary. Una señora de 60 años a la que no le falla la laca ni después de nueve mítines en una maratoniana jornada. Como buena norteamericana, parece salida del cine.

Es rubia, de mirada cristalina y sobria como un hipopótamo a la hora de escoger su vestuario. No elige abrigos de diamantes, como las tristemente conocidas 'señoras de' (Carla Bruni, nuestra Letizia...). Hillary viste un traje sastre negro y un collar de perlas. Esto es todo lo que se concede y, al mismo tiempo, es su gran barrera para enfrentarse al mundo.

Es incombustible. No descansa. Es la más pura y exacta imagen de la ambición que, todavía hoy, sigue estando vedada al ser humano femenino. Hillary ha roto el molde (que sí, que ya rompieron otras, muchísimas, como Margaret Tatcher).

Lo mejor de su personalidad es lo fría que logra mantenerse. Lo correcta. La senadora por Nueva York es la misma que paseaba con su perrito y su marido poco después de que se destapara el bochornoso escándalo de las mamadas que le hacía su becaria... Un hombre que no sólo la ridiculizó delante de todo el planeta sino que, según los analistas, ha sido el responsable de su fracaso: él es la imagen de la dinastía, el plomo disfrazado de guay.

Hillary encarna todo lo opuesto a Barack, como he dicho, y en cierto modo debió haber previsto su fracaso, aunque nunca lo admitirá. Su aspecto, su gesto forzado, su miedo, su ilusión, su rabia, su trabajo... está mucho más cerca del votante que el perfecto Obama. Por eso ella, como el animal que es, ha perdido. Para lograr la candidatura, tal vez debería haber sido menos humana.