miércoles, 19 de septiembre de 2007

El mundo no puede hacer nada contra el hombre que ríe en la miseria

No hay que ser masoquista ni sentirse excitado con una bofetada a mano abierta para reconocer la sabiduría que engendra un buen puñetazo a tiempo. Si es en el estómago, mejor que mejor. De esos que te dejan a punto, sólo a punto, de llorar. Pero no lloras porque sabes que harás el ridículo y el resto del mundo -curioso y entrometido- te preguntará por qué lloras y que si puede ayudarte.

El resto del mundo no puede ayudarte cuando te acaban de dar una buena tunda, pero el mundo insiste. Total, que decides no llorar, ni llamar a alguien querido para que te consuele, ni hacer nada de nada. Sólo esperar a que el nudo de tu garganta deje paso al aire fresco. Ya sabemos que el tiempo todo lo cura.

Un puñetazo en el vientre suele venirte de algo o alguien que aprecias bastante, o que quieres más de lo que sabes que quieres. O simplemente de algo o alguien de quien no querías, nunca, llevarte ese sopapo.

Pero te lo has llevado, y no hay marcha atrás. Sólo puedes regocijarte en tu dolor y sacar sabiduría del pozo en el que estás metida.

Y uno puede preguntarse: ¿qué cojones saco yo ahora de este puñetazo tan bien pegado que me acaban de dar?

Pues muchas cosas. La primera lección es que nunca puedes llegar a imaginarte cuánto te odia quien crees que te quiere. Eso suele pasar y muy a menudo. Los más odiados son los que más queridos se creen.

Y en medio de toda esta confusión sólo hay un rayo de luz que puede hacerte pensar que tal vez, y sólo tal vez, todo esto no sea una mierda... me refiero a la capacidad de reirse de uno mismo.

Un preámbulo para recordar al genial Ernesto Sábato, quien muy bien apuntó: "El mundo nada puede hacer contra un hombre que ríe en la miseria..."

lunes, 20 de agosto de 2007

El halago debilita

Pocas cosas hay más verdaderas que el impulso que se le da a un principiante diciéndole que es un don nadie. De la misma forma que se derrumba un templo agasajándole los oídos con reiteradas muestras de aprobación. La historia está llena de mujeres, y de hombres, que lograron ser grandes porque en demasiadas ocasiones les dijeron que eran pequeños. Y sólo por ese motivo, pero a la inversa, se desplomaron promesas que, si bien apuntaban maneras más que afinadas, no lograron subir del primer peldaño de tanto como le auguraron lo alto que llegaría.

Sin embargo, todo esto es más complejo, porque uno no lo elige, y ahí está la trampa que puede matarnos. Uno no decide ser halagado o repudiado. ¡Y a Dios gracias que uno no lo elige!, si no, el porvenir sería mucho menos brillante para aquellos que ahora están sumidos en la oscuridad. Pero claro, nadie puede saberlo. Y voilà su magia.

Los que se encargan de decirle a uno lo malo que es son, en el 99% de los casos, patanes en la función que se les ha asignado. Conozco a muchos compañeros, que hoy son muy buenos en su trabajo, que por una extraña razón del destino alguien les dijo en un momento crucial: “Tú no vales pa esto”. Hoy, aquellos obstáculos les han hecho llegar lejos. La historia también está llena de ejemplos. Un perfecto inepto le dijo a Igman Bergman que era un pésimo director de cine y peor de teatro. Por eso lo echaron de la prestigiosa multinacional sueca del cine. El pobre estaba haciendo historia y pagando, como en tantos casos, el pato de ser un genio.

El depresivo y enloquecido Van Gogh murió con un solo cuadro vendido. Y Cervantes, con la risa de sus contemporáneos –malos escritores, por cierto, de novelas caballerescas pasadísimas incluso para la época- desternillándose de lo estúpido que había sido crear a ese Quijote.

martes, 24 de julio de 2007

El Túnel, de Ernesto Sábato

Cuando leí El Túnel por primera vez sólo pude hacer una cosa, volver a empezar aquel curioso y cortísimo libro que tan perpleja me había dejado. Y bueno, pues luego vino todo lo demás: mi obsesión declarada por un escritor que nunca quiso ser escritor, etc...

Tengo delante de mí el ejemplar editado por Cátedra, el de las tapas negras que muchos reconoceréis, y lo abro para releer algunas frases magníficas que quiero compartir con vosotras/os: -Esto es caviar, aviso-:

"Muchas de las conclusiones que extraje en aquel lúcido pero fantasmagórico examen eran hipotéticas, no las podía demostrar, aunque tenía la certeza de no equivocarme. Pero advertí, de pronto, que había desperdiciado, hasta ese momento, una importante posibilidad de investigación: la opinión de otras personas"

"¡Como si un hombre pudiera cambiar de Verdad!"

"Yo me pregunto por qué la realidada ha de ser simple"

Los pensamientos de Juan Pablo Castel -El Túnel es una especie de diario de confesiones de este atormentado creador- son de lo más interesantes. Y concluyo, de nuevo, con una de sus reflexiones. Ésta se la hace cuando está decidido, por fin, a conquistar a la mujer de su vida:

"Había que caer, pues, en la posibilidad más temida: al encuentro en la calle. ¿Cómo demonios hacen ciertos hombres para detener a una mujer, para entablar conversación y hasta para iniciar una aventura?"

jueves, 19 de julio de 2007

Sin tiempo para equivocarnos

Las vacaciones... quién las pillara! pues yo estoy inmersa en ellas y, palabrita, que tampoco son para tanto. Aunque tienen sus momentos. Momentos como el de esta tarde, por ejemplo.
Al finalizar la estupendísima Babel (película que recomiendo encarecidamente veáis) me he puesto a hacer zapping en los múltiples canales del gran invento ONO. Y me he parado, por casualidad y siempre por curiosidad, en el canal Intereconomía.

Y cuál es mi sorpresa que empezaba un programa de lo más agradable con una entrevista. La entrevistada: una reputada actriz muy conocida en el mundo del teatro. El entrevistador: el profesor de universidad casposo que se considera bien parecido, maduro y cómo no seductor. La cuestión es que a la actriz le reconozco un mérito flipante y una voz que quién pudiera haber nacido con esa voz. Todo iba como la seda hasta que de un tortazo he quitado la entrevista. Un tortazo que me ha dado ella, sin saberlo, y él, por asentir.

La Señora se ha puesto a disertar sobre periodismo: programas de televisiones, entrevistas y hasta ruedas de prensa. La cosa no tenía desperdicio hasta que va y dice: "A las ruedas de prensa sólo van becarios, sobre todo a las de Cultura, que no se documentan y no saben preguntar".

La tía -entrada en años y seguro pasada la cincuentena- ha seguido hablando, el presentador asentía como un traicionero y yo me he lanzado a mi blog.

Vaya por delante que un periodista becario no sabe preguntar. De la misma forma que un recién estrenado cirujano no tiene la menor idea de cómo rajar un corazón y poner uno nuevo y por eso pasa años mirando y, a lo sumo, pasando el bisturí a su jefe.
La actriz comentaba, muy dolida, que sale de las ruedas de prensa "desolada" y que en breve empezará a prohibirlas y no sé qué montón de sandeces más ha dicho porque, como os digo, la he quitado.

Vivimos en democracia y todo dios puede opinar sobre las profesiones de los otros, pero con un pequeño requisito: previo conocimiento del campo de trabajo, por favor.

Me duele sobremanera que un pobre becario recién salido de la facultad tenga que soportar los comentarios de gente que viene de otras profesiones y, lo peor, que les dobla la edad y se la multiplica por cinco. Ya hubiera querido yo ver a esta magnífica actriz, que hoy luce una voz de cine y peina canas teñidas de castaño, cómo se las arreglaba para hacer de Gilda a sus 19 primaveras. Seguramente, más que una actriz, pareciera una payasa. Y no pasa nada, porque la actriz becaria, como la periodista becaria, ha de pasar ese trámite para ser una profesional.

Pero mientras pasa el bache, mientras está en esas ruedas de prensa callada y temerosa de no preguntar para no fastidiarla, déjenla en paz señoras actrices. Todo en la vida es tiempo. También para equivocarnos.

sábado, 23 de junio de 2007

Ni putas ni sumisas

Es eslogan es la leche. Digamos lo que digamos. Nació de la mente de una luchadora francesa de origen argelino que estaba, y está -sigue viva y joven- hasta las narices de ser considerada una cosa u otra. No se tiene por qué elegir entre puta o sumisa -dice Fadela Amara- en el mundo del islam. Y yo añado: tampoco en el católico. Pues, por si no nos habíamos dado cuenta todavía, en la mente del latino, como en la del musulmán, en muchos casos siguen imperando esas dos imaginarias realidades que nos desplazan hacia un lado o hacia el otro de su abanico.

Este movimiento feminista, que por cierto agrupa a millares de hombres, ha sido una de las sorprendentes apuestas del nuevo gobierno de Sarckozy.

Me pregunto para qué puede una persona que llama racaille (chusma) a todas esas chavalas de las barriadas parisinas que agrupa Amara contar ahora con su apoyo. Seguramente será una estrategia de 'imagen'.

La política es el mal de la absorción. Todo lo quiere, hasta a las ni putas ni sumisas. Parece que no puede dejar cabos sueltos que puedan, en un momento dado, alzar la voz y gritarle cualquier verdad.

domingo, 22 de abril de 2007

Jóvenes artistas

Esto que escribo a continuación salió publicado en el suplemento de El Mundo, El Cultural, y firmado por José Marín-Medina. Me preocupa como persona, no como joven. El firmante habla de una exposición preñada de obras de arte firmadas por jóvenes. Esto es lo que le pareció:

"La muestra de Circuitos no constituye el esperado conjunto 'en punta', combativo, sino una exposición suave, relajada, que discurre sin sobresaltos, presentando un tono medio mesurado, sin altibajos en calidades, muy definido. constituye, pues, una exposicón light y, al mismo tiempo, bastante presentable: un panorama de campo de prácticas tranquilo, demasiado tranquilo"

Creo que es suficiente para lo que quiero exponer. La pregunta que me asalta al leer esto es ¿no será que los autores 'no tranquilos' no expondrían jamás en una muestra pagada por el gobierno, en este caso, autonómico?

Desde mi punto de vista, lo fácil es creer a este autor y pensar que efectivamente, los jóvenes somos un amasijo de tranquilos, lights, sin sobresaltos y, sobre todo, mesurados.

domingo, 15 de abril de 2007

Paridad

La paridad real no llega con una ley, pero puede abrir ideas en mentes que, hasta ahora, ni se lo habían planteado.

En el diario La Opinión aparece una noticia que informa de que CIEN EMPRESAS DE LA REGIÓN TENDRÁN QUE ABRIR SUS CONSEJOS A LA MUJER.

Como cualquier persona normal, considero que no debería haber cuotas que exigieran a los mandamases incluirnos en sus listas políticas, listas empresariales, listas de cualquier cosa. Vamos, que debería haber paridad sin exigencias. Pero visto que no nos dejan ascender sin una ley que los multe en caso contrario, pues bienvenido sea un texto inquisitorio.

En el mundo, la mujer sigue soportando una grave discriminación respecto al hombre. África, Asia y América Latina son magníficos ejemplos de esta discriminación. Mujeres que se desloman trabajando para que el hombre tome el sol a la puerta de la casucha. En Europa y EE.UU. tenemos, sin embargo, el llamado 'techo de cristal'.

Yo he visto como grandísimas profesionales -digamos, periodistas-, veteranas, han sido denostadas por expresar su opinión mientras que los hombres, con su misma edad, formación y capacidad, han seguido sus pasos y han ascendido.

He asistido a más 'autocensuras' de compañeras que de compañeros. Un jefe tondo que andaba por ahí llegó a decir "contrato mujeres que son más mansas". Y no le faltaba razón a este don nadie. Me explico: es cierto, somos más mansas porque no tenemos los mismos derechos ni libertades de expresión, manifestación, etc...

A casi todas nos ha costado más llegar. Y nos cuesta más mantener el puesto. Conozco a jefas que se lo curran mil veces más (con menos reconocimiento) que un hombre en su misma situación.

domingo, 25 de febrero de 2007

Super García

"Prefiero vivir con dignidad, comiendo un bocadillo de sardinas sentado debajo de un puente, antes que vivir indigno aunque comiendo caviar". El periodista José María García dijo esta frase hace unos días, en una rueda de prensa que dio con motivo de la censura que TVE le hizo a su entrevista, sólo porque hacía críticas tremendas sobre terceras personas.



En España no existe la libertad de expresión en todos los foros, eso no es algo que haya inventado Super García, sin embargo, sí que lo ha recordado. y no es poco.

La frase del bocadillo de sardinas me ha hecho reflexionar porque me ha traido a la memoria otra que me hizo ayer una persona: "pasa de todo, es la verdadera felicidad. deja de preocuparte por las cosas".

A mí me parece que uno no puede elegir preocuparse o no. Es algo qeu sobreviene, como el gusto por el salchichón pero no por el chorizo o el gusto por los hombres y no por las mujeres. En fin, uno nace 'preocupado' o 'pasota'. creo que a eso no te educan.

El periodista José María García, uno de los mejores periodistas que ha dado este país, ha sido la única persona que se ha atrevido, en los últimos diez años -quizá más-, a criticar de la forma en la que él lo ha hecho a los máximos representantes de los negocios, de la política y del periodismo en España. No estamos hablando de cualquier cosa.

De Aznar ha dicho "no ha habido mayor censor", entre otras muchas perlas. Desde mi punto de vista, no hay mayor censor que uno mismo, aquí tengo que corregir a Super García. Creo que no era censor Aznar (o Zapatero, o cualquier político sobre el que nos dediquemos a escribir) sino el periodista que calla o maquilla su texto. La censura es tan íntima como la religión. Da igual cuantas charlas teóricas y clases prácticas te den acerca del tema: uno es el único que solo, en el silencio de su teclado -o de su alma- borra la palabra que quiso poner por la que sabe que 'debe' escribir.

José María García no hace nada de esto, según su discurso. Ojalá vuelva pronto.

domingo, 18 de febrero de 2007

Viejas glorias

Hoy veo en la televisión francesa TV5 viejas glorias de la literatura contemporánea. Ya están arrugadas y enriquecidas hasta el menisco, pero mantienen una conversación de lo más distendida, en un café parisino que, si bien está rodeado de focos y cámaras, puede pasar perfectamente por todo eso que dicen que fué. Y que conste que adoro a los ancianos, son mi debilidad y el espejo clarísimo de lo que nos espera, pero no puedo con las viejas glorias, quienes, por otra parte, no tienen por qué ser ancianas.

Conversan durante una eternidad sobre libros, en un decorado lleno de las novedades editoriales, y en el enriquecedor debate participan agentes de los megapoderosos grupos editoriales, ganadores del premio que presiden dichos grupos y otros periodistas o escritores, todos de Armani, pero bohemios.

Idéntico esquema en la televisión de media Europa. Siempre se repite el mismo cuadro aburrido que hace que apague la tele antes de contaminarme de ese tipo de cultura.

Pero lo acepto. Sí, debe haber escritores de todos los tipos: rebeldes, acomodados e incluso niños pijos que mira, hoy escribo sobre hípica y mañana sobre petanca. Lo que me hace huir de esos programas basura es lo que dicen que vivieron.

Los jóvenes de hoy está claro que perdimos antes de nacer. Crecimos con videojuegos que acabaron con nuestras pocas neuronas, no pudimos nutrirnos de las comidas caseras, esas que hacían pensar con tanta lucidez, y por supuesto no vivimos la adolescencia de la bohemia parisina. Lejos de fumar porros en un café lleno de escritores, músicos, pintores y actores envenenados de arte, nos divertíamos en una discoteca oscura llena de alcohol y pastillas, donde lo mejor que podías hablar era aquella mezcla de silencio y música explosiva que impedía cualquier tipo de relación humana, excepto la sexual, claro.

Cuando esta gente se pone a charlar sobre todo aquello me produce risa. Sin embargo, todavía me divierto más cuando alguno de esos fumaos reitera que aún existe. Que sí, que vive todavía así. París no es hoy más que una fábrica de postales en la que los japoneses vienen a fotografiar productos de Galeries Lafayet para luego copiarlos.

Mi amigo Jonatan era uno de esos artistas que no podría haber sido otra cosa que eso, artista. Lo había leído todo: desde Bukowski hasta Séneca, y se reafirmaba en la teoría de que el arte, en occidente, ya no existe. Qué paradoja. Vivimos en la sociedad de la abundancia pero jamás tuvimos tan poco. Todos esos que ahora presentan cultísimos programas sobre libros son los mismos que han construido los Fnac. Son ésos que querían cambiar las cosas los mismos que han repetido el mismo esquema que se reproduce cada generación.
Van de hippis maduritos pero sólo son unos cuantos ancianos con menos sentido de la rebeldía que una tribu de creyentes aislada.

En medio de esta situación, imagino que sí hay escritores escondidos en esta sociedad que no siempre les deja salir. Debe haber, por alguna editorial de esas que no vende, porque el mercado del libro, también llamado producto, no deja entrar a esas pequeñas obras de calidad.

Vuelvo a mis viejas glorias que ahora se sientan a recordar. Pero que hace tanto que no dan palo al agua en cuestiones de mejora cultural, educacional y ni siquiera literaria que más vale que los jubilen y les den una paga. De esta forma, al menos, contribuirán a la mejora de nuestros oídos.

Una postal de Ceuta

Por lo menos eran treinta chicos. Quién sabe si cincuenta, apenas nos fijamos mientras paseábamos con el coche de nuestra casera.
“Ésos son los que quieren saltar” nos dijo la vieja pianista al llegar a Ceuta. “¿Saltar la alambrada?”. No había nada al otro lado de la verja. Nada diferente. A uno de los lados se extendía la encantadora Ciudad Autónoma, al otro, su puerto. “Sí”, nos recordó “cada día vienen aquí para ver si pueden saltar y meterse debajo de algún coche”. Coches que los turistas cargan en el barco; un Transmediterranea que te traslada hacia la otra orilla. Algeciras.

La diferencia entre los que tenemos y los que no es atroz en esta localidad que no parece carecer de nada. Playa, montaña, deportes, universidad. Hasta gente recogiendo desperdicios de las papeleras públicas, donde a veces incluso hay botellas de agua de las que beber un sorbo de ilusión. Sobre estos contenedores está el paseo marítimo, y los caballas pasean sus tipazos y hacen footing. De los cero a los 99 años. Todo el mundo camina. Con velo o sin él.

Y en los kioscos de chicles los árabes esperan a una pareja de jovencitos. Es evidente que acaban de mudarse a este barrio; tal vez ni sean de los alrededores. Son europeos. Y cuando han dejado su ventanilla de caramelos, el señor de barba blanca y piel tostada corre tras ellos para obsequiarles con otro manjar. Para venderles la ciudad, la cultura y, de paso, su puesto de hojalata en el que tiene de todo. Eso se llama comercio.

Los europeos siguen de compras, ajenos a su tez blanca, a sus ojos dormidos, a su ignorancia de turista. Aquí todo el mundo duerme excepto el que no tuvo qué cenar y el que sabe que nada habrá sobre el tapete en el desayuno. A la salida de los centros comerciales, los indios esperan pacientes a los pudientes consumidores. Ellos se ofrecen como mula de carga de tanta bolsa y producto prefabricado a cambio de una propina. La voluntad. O nada. Todo depende del otro, del que compra. Del que siempre está al otro lado de la ventanilla de golosinas, del que vino de la otra orilla.

(la imagen es una vista desde el Monte Hacho, por muy murciana que parezca la palabra, está en Ceuta).

sábado, 17 de febrero de 2007

Todo tiene un por qué

La Memoria de Oriana es un radio blog que nace por una serie de frases y hechos que, de repente, me empujaron a escribirlo de una vez por todas. Es cierto que hacía años que yo quería tener uno, pero la pereza no me dejaba escribirlo.

Ahora confluyen diferentes motivos que me hacen escribirlo. Uno de ellos, el mejor, el de mi maestra, Carmen Campos, que me animó tantas veces a hacerlo.

Otra de las cosas que me exigen escribirlo es un artículo leído en una revista sobre la vida de Oriana Fallaci -a la que ya admiraba por su magnífica obra-, esa otra Maestra del Periodismo que despertó la imaginación de generaciones de estudiantes.

Sin más dilación, sólo pondré un requisito para participar en este blog: No insultar a nadie. Quien no cumpla esto, sintiéndolo mucho, no le permitiré colgar un solo mensaje.