domingo, 18 de febrero de 2007

Viejas glorias

Hoy veo en la televisión francesa TV5 viejas glorias de la literatura contemporánea. Ya están arrugadas y enriquecidas hasta el menisco, pero mantienen una conversación de lo más distendida, en un café parisino que, si bien está rodeado de focos y cámaras, puede pasar perfectamente por todo eso que dicen que fué. Y que conste que adoro a los ancianos, son mi debilidad y el espejo clarísimo de lo que nos espera, pero no puedo con las viejas glorias, quienes, por otra parte, no tienen por qué ser ancianas.

Conversan durante una eternidad sobre libros, en un decorado lleno de las novedades editoriales, y en el enriquecedor debate participan agentes de los megapoderosos grupos editoriales, ganadores del premio que presiden dichos grupos y otros periodistas o escritores, todos de Armani, pero bohemios.

Idéntico esquema en la televisión de media Europa. Siempre se repite el mismo cuadro aburrido que hace que apague la tele antes de contaminarme de ese tipo de cultura.

Pero lo acepto. Sí, debe haber escritores de todos los tipos: rebeldes, acomodados e incluso niños pijos que mira, hoy escribo sobre hípica y mañana sobre petanca. Lo que me hace huir de esos programas basura es lo que dicen que vivieron.

Los jóvenes de hoy está claro que perdimos antes de nacer. Crecimos con videojuegos que acabaron con nuestras pocas neuronas, no pudimos nutrirnos de las comidas caseras, esas que hacían pensar con tanta lucidez, y por supuesto no vivimos la adolescencia de la bohemia parisina. Lejos de fumar porros en un café lleno de escritores, músicos, pintores y actores envenenados de arte, nos divertíamos en una discoteca oscura llena de alcohol y pastillas, donde lo mejor que podías hablar era aquella mezcla de silencio y música explosiva que impedía cualquier tipo de relación humana, excepto la sexual, claro.

Cuando esta gente se pone a charlar sobre todo aquello me produce risa. Sin embargo, todavía me divierto más cuando alguno de esos fumaos reitera que aún existe. Que sí, que vive todavía así. París no es hoy más que una fábrica de postales en la que los japoneses vienen a fotografiar productos de Galeries Lafayet para luego copiarlos.

Mi amigo Jonatan era uno de esos artistas que no podría haber sido otra cosa que eso, artista. Lo había leído todo: desde Bukowski hasta Séneca, y se reafirmaba en la teoría de que el arte, en occidente, ya no existe. Qué paradoja. Vivimos en la sociedad de la abundancia pero jamás tuvimos tan poco. Todos esos que ahora presentan cultísimos programas sobre libros son los mismos que han construido los Fnac. Son ésos que querían cambiar las cosas los mismos que han repetido el mismo esquema que se reproduce cada generación.
Van de hippis maduritos pero sólo son unos cuantos ancianos con menos sentido de la rebeldía que una tribu de creyentes aislada.

En medio de esta situación, imagino que sí hay escritores escondidos en esta sociedad que no siempre les deja salir. Debe haber, por alguna editorial de esas que no vende, porque el mercado del libro, también llamado producto, no deja entrar a esas pequeñas obras de calidad.

Vuelvo a mis viejas glorias que ahora se sientan a recordar. Pero que hace tanto que no dan palo al agua en cuestiones de mejora cultural, educacional y ni siquiera literaria que más vale que los jubilen y les den una paga. De esta forma, al menos, contribuirán a la mejora de nuestros oídos.

2 comentarios:

JLG dijo...

Hola Laura, hace unos días que descubrí tu blog y tenía ya ganas de dejar un comentario para felicitarte por lo que escribes y para opinar.


El problema de todos estos programas culturales es que “oficializan” a los escritores. Ya sea porque tienen éxito, porque son amigos del productor del programa o del partido en el poder, acaban casi ganándose el título de novelistas oficiales del régimen ¿Por qué en los telediarios sólo se habla de la publicación de los nuevos libros de Pérez Reverte, Muñoz- Molina, Javier Cercas o Almudena Grandes? ¿Es que en España sólo hay cinco escritores? Obviamente para la televisión sí. Y lo peor es que esta gente que he citado eran buenos escritores, incluso alguno aún lo es (Almudena Grandes no, ésa siempre ha sido un peñazo), pero son los escritores que no necesitan promoción ninguna porque cualquier cosa que escriban va a tener una repercusión enorme.

Con esto lo que se consigue es dar una imagen de la literatura española que no es la real (en todo caso sería la imagen de hace veinte años), amén de que hacemos que estos escritores se adormezcan. Cuando un escritor se convierte en escritor oficial (y me da igual si es escritor oficial de un gobierno o de un grupo de medios de comunicación, al fin y al cabo es casi lo mismo ¿no?) se le generan unas expectativas que van más allá de la literatura misma, unas expectativas que en general se atienen a ideologías políticas. Y eso es lo peor que puede pasarle a un escritor, cuyo único compromiso de ha de ser con su propia obra.

Bueno, mejor lo dejo ya que creo que me voy por la tangente.

Anónimo dijo...

Hola JLG
te agradezco mucho tu comentario y te pido que sigas escribiendo cuanto te apetezca. El problema de los informativos es que, en demasiadas ocasiones, convierten en noticia sólo aquello que está pagado. Es noticia lo que da beneficios. Un escritor como los que has nombrado tiene una compañía publicitaria detrás que ingresa cifras nada rechazables en cada medio donde luego, curiosamente, hay reportajes. Eso es lo que se llama, técnicamente, Relaciones Públicas. (Aunque mucha gente confunde y llama relaciones públicas al que reparte las invitaciones de un pub). Esto pasa mucho aunque no se dice. Almudena Grandes me parece exactamente lo mismo que a ti, un peñazo. Es muy pesada, tanto en sus artículos como por supuesto en sus libros. Los grandes escritores no publican, cada día estoy más segura. Mira Kavafis, murió siendo un oficinista y con 21 maravillosos poemas debajo de la mesita de noche. No ganó nada por su obra jamás y sin embargo escribió aquello: "... sentado en el bar, de viejo, la prudencia de mí se burlaba..."